jueves, 24 de junio de 2010

Una vida perfecta

Escribo el título y me acuerdo de Una tormenta perfecta, esa película en la que terminan... (alerta de spoiler) todos muertos. Qué cosa, igualito igualito a... nuestra vida.

No hay vidas perfectas, porque no hay trayectos trazados, comprobadamente dirigidos al "éxito".

Creo en los pequeños éxitos, en el triunfo cotidiano que significa haber podido levantarse para salir a buscar la vida como sea; en lo que damos y en lo que recibimos.

Siempre creí que lo que recibíamos era directamente proporcional a lo que dábamos, pero hoy no estoy tan segura, porque no sé si yo supe dar tanto; "pero así está la cosa", diría Homero.

Creo en lo que crece.

Me di cuenta de que hay gente que muere muchos años de que su corazón se detenga para siempre, y también de que tengo ganas de estar viva (muy de otra manera) hasta que me muera.

Después de todo, de vez en cuando hay que decir alguna perogrullada.

"Hoy estás sensible", diría mi jefe.


Sí. ¿Y qué?

sábado, 19 de junio de 2010

A., yo y el método empírico

Diálogo con mi amiga A.:

(...)

Yo: Y, mirá, con este trabajo es difícil hacerse rica... Yo no pienso en la cantidad de horas que trabajo, sino "este mes voy a cobrar tanto", entonces digo "ah, bien". Pero si pienso en la cantidad de horas que tengo que estar con el culo en el asiento para ganar esa plata, me dan ganas de pegarme un tiro.

A.: Sí. Es cierto. Mejor no ponerse a pensar demasiado. Yo estoy probando un nuevo método: tratar de ganar la lotería sin jugar. Pero hasta ahora no está dando resultados...

Yo: Yo igual. Pero quién te dice... ¿Te acordás de las clases de S.* en la facultad? ¿Cuando hablaba del método empírico y de los cisnes negros y los cisnes blancos?

A.: mmm... no...

Yo: S. decía que el método empírico tiene una dificultad: un científico puede decir "Todos los cisnes son blancos", porque su experiencia le dice que es así, pero un día aparece un cisne negro y le tiró la teoría al tacho...
A nosotras nos pasa lo mismo, pero más o menos al revés. Quién te dice, un día "aparece el cisne negro": nos ganamos la lotería sin haber jugado. Sigamos no jugando, y veamos si sucede eso que no esperamos que pase...

* Profesor de Epistemología.

jueves, 17 de junio de 2010

De esfuerzos y otras yerbas...

No creo que las satisfacciones que se consiguen rápidamente no valgan, o que sean satisfacciones superficiales, o que sean disfraces de satisfacciones (aunque esto sí puede suceder; supongo que tiene que ver con atribuirle a alguna cosa que deseamos un valor excesivo). La cultura del sufrimiento repudre bastante. El verbo "sacrificar" se usa casi con descaro. Se le atribuyen algunas acepciones que hacen que haya quedado olvidado (o perimido, vaya uno a saber) su significado original. Que un jugador de tenis o de fútbol diga públicamente que su carrera le ha costado "años de sacrificio" me parece, lisa y llanamente, un desatino. Sí creo en el esfuerzo, y en lo que se logra poniendo la energía en el lugar justo en el momento oportuno.

Pero voy a esto: ¿no caló demasiado hondo en algunos la cultura del "lo pedís, lo tenés"? Se me ocurre que para muchos, el hecho de tener que hacer un esfuerzo para conseguir algo, o más bien, el sólo hecho de pensar en hacer un esfuerzo los cansa, y entonces, "nada", ¿viste?

Es obvio que, con perdón de la redundancia, no se pueden obviar los noventa y su carga de "satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero", y su "llame ya".

Y no me refiero únicamente a las cosas que podemos comprar, que cada uno sabrá cómo le afecta a su economía meterse en un plan de ocho mil cuotas pero tener un plasma ya (muchos de estos no entienden "cómo no querés uno").

Hay muchas cosas que se perdieron o quedaron en el olvido, pero yendo a un costado un poco más profundo que el plasma de 80 pulgadas, nervia un poco ver a tanta gente dedicada a la nada, a llenar su vida de lo que puede ver en la tele, y a olvidar por completo lo que puede conseguir si pone un poquito más de energía en ciertas cosas.

Plantearle al jefe la necesidad de un aumento, o un blanqueo, no, porque ya sabemos cómo es el jefe.

Sentarse y dialogar con la pareja de uno acerca de algún tema ríspido, no, porque ya sabemos: él/ella no escucha, no quiere saber, los chicos están cerca y no queremos pelear delante de ellos, y bueno qué querés, cuando llego a casa no tengo ganas de andar discutiendo: prendo la tele y me olvido de que él/ella está cerca y al otro día vuelta a empezar...

Decirle que no al nene caprichoso (a propósito, visiten a La Candorosa, que redactó un post muy interesante que tiene bastante que ver con esto), decir "no" de vez en cuando es todo un tema, porque viste cómo se pone ("¡Tiene un carácter este chicooooo!"), y la verdad, no tengo ganas de escucharlo, y andá a saber si no lo castro diciéndole que no... (variante: padres/madres que arreglan todo con un bife y se terminó la cuestión y si querés llorar yo te voy a dar motivos para llorar).

No tengo un mango, pero "él" hace todo lo que puede, qué querés, yo no tengo ganas de salir a trabajar (esta es una de mil variantes, cada uno de nosotros conoce alguna).

Eso sí: "me quejo si no tengo lo que quiero. Y me quejo el triple si no hay una manera cómoda de conseguirlo ya".

Hay muchas pero muchas cosas para las que el "lo pedís, lo tenés" no funciona.

No hay manera (o casi no la hay, o en muchos lugares no la hay) de conseguir un beneficio en el trabajo si no se unen los empleados y piden que se solucione tal o cual problema, o que nos paguen más a todos, o que nos reconozcan lo que nos deben [esfuerzo].

No hay manera de solucionar un quilombo de pareja si no se trata de dialogar, aunque a lo mejor haya que dejar a los chicos un fin de semana con la abuela para poder decirse todo lo que hay que decir [esfuerzo. No el de dejar a los chicos con la abuela, obvio].

No hay manera de que un chico aprenda cuáles son sus límites si nadie le explica que hay límites, y que deben ser respetados, para su beneficio y el de quienes lo rodean. Ni hay manera de que entiendan las cosas a los bifes [esfuerzo. Otra que esfuerzo. Mamita...].

No creo que haya otra manera de tener "un mango" que no suponga trabajar (maneras más o menos legales, digo) [esfuerzo].

A la cultura del sacrificio y el sufrimiento se le opone esta, parece, una especie de laissez faire adaptado a los apurados tiempos que corren.

martes, 15 de junio de 2010

No es tan fácil saber adónde ir

Dicen por ahí que si uno tiene claro un objetivo claro, ya tiene gran parte del camino allanado.
Es muy probable. Entre las muchas cosas que aprendí, una es que no es muy sencillo saber qué es lo que quiero.

Es común, cuando me enojo, que me diga "No quiero nada". Con trompa y ceño fruncido incluidos. El enojo es el equivalente al agua en la nafta: detiene el motor y lo hace bosta. El motor es el deseo, que se anula cuando algo sale mal, muy mal.

Y cuando no estoy enojada, quiero tantas cosas juntas que me resulta casi imposible tamizar, colar ese manojo de tallarines (uno por deseo), para elegir cuál quiero cumplir en primer lugar.

El momento en que la cosa se aclara es una revelación, entonces allá voy.

Cuando leo o escucho hablar a alguien acerca de sus decisiones, y especialmente cuando ese alguien dice "supe inmediatamente que deseaba hacer esto o lo otro", sospecho...
Quizá sea solamente por desconfiada, o por envidiosa o malpensada, pero ¿será verdad que alguien puede tener tan claro desde un principio que lo que quería hacer era eso y no otra cosa?

Todas las veces que tomé decisiones importantes o importantísimas en mi vida, me costó horrores, sentí que el mundo se me venía encima. Ese mundo que se me viene encima es el cúmulo de cosas que (imagino) dejo atrás por cada decisión tomada. No se trata de falta de determinación. Cuando tomo la decisión, ahí está, inamovible casi. La dificultad está en el camino que recorro hasta llegar a ese momento.

¿Vía crucis? No sé si tanto, pero no sé si tan poco. ¿A mí sola me pasa?

lunes, 7 de junio de 2010

Mientras miro las nuevas olas

San Agustín se preguntaba «¿qué es el tiempo?, ¿quién podría explicarlo fácil y brevemente? Lo entendemos... cuando hablamos de él, y lo entendemos también cuando lo oímos de otro que nos está hablando. ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo a quien me lo pregunte, lo ignoro».

A varios se nos nota preocupados por el tiempo. Varios posts leí, la semana pasada, que hablaban del tiempo en sus distintas formas: el tiempo pasado, el tiempo "que perdemos", el tiempo que falta, el tiempo final...

Si hubiera un ranking de cosas incomprables e invendibles que nos quieren vender a toda costa, todo el tiempo, el tiempo estaría arriba de todo en el podio.

Hay promesas de un rato más de juventud (que muchos tomarán tal vez, como un rato más en este mundo), ¿o no nos quieren vender tiempo en frasquitos, disimulado con etiquetas tales como "crema antiarrugas"?*.

Cuando somos chicos, nuestro tiempo, por supuesto, es el futuro: "¿qué vas a hacer cuando seas grande?" "Ya me vas a entender, esto te va a venir bien en el futuro..."
"Quiero ser más grande".

Siendo adultos, el tiempo se divide entre el recuerdo, la inmensa cantidad de cosas que tenemos que hacer en tiempo presente y la preocupación por el futuro. Cuando nos invade la nostalgia, necesitamos volver el tiempo atrás de alguna manera: mirar películas viejas o escuchar música que marcó nuestra adolescencia (la verdad, en general, salvo algunos clásicos, ¿no suena todo espantoso, antiguo, un poco chirriante, a destiempo? A veces me pregunto cómo hice para escuchar tantas veces seguidas Hotel California...). O ponernos a recordar anécdotas, historias viejas.

Pensar en el futuro angustia un poco. Si tantos años pasaron tan pronto, los que vienen también lo harán, y entonces...

¿Qué es lo que más nos preocupa? ¿No tener tiempo, perderlo o no saber aprovecharlo, quedar en deuda con alguien en particular? ¿O haber pasado ese momento en que nos parecía que íbamos a ser eternos, para darnos cuenta de que era mentira? ¿Nos preocupa sentirnos tontos por habernos creído eternos un día (ya sabemos cuáles son las consecuencias de la eternidad: la posibilidad, también eterna, de cometer una estupidez tras otra)?

Nada... tonterías de lunes sin arrepentimiento alguno de andar perdiendo el tiempo escribiendo pavadas.

Como epílogo (porque el tiempo es tirano), una anécdota.
La mamá de mi amiga Claudia hablaba con su íntima amiga. Ésta se quejaba del paso del tiempo, de las arrugas, de la vejez. Tina, la mamá de mi amiga, insinuó que ella no se veía tantas arrugas, que para ella no era terrible. "Qué suerte que no te las ves", espetó la otra.

Y un regalito: este reloj, para poder ver el paso del tiempo.


*(mmm... No sé si esto constituye un fracaso rotundo de la siempre vanguardista -otra opción que serlo no les queda- industria de la cosmética; no me es posible saberlo. ¿Por qué? Por supuesto, uso cremas antiarrugas; por supuesto también, me veo arrugas; por supuesto, me enojo con "la crema que no sirve para nada", y me desenojo al instante pensando cómo estaría si no las usara. Como no lo sé, me es imposible comprobar su eficacia. Así, el mes siguiente vuelvo a comprar cremas antiarrugas).

Me hubiera gustado que me dedicaran...

  • Cartas a Milena (obvio) - Franz Kafka

Algunos libros que me hubiera gustado escribir... Bueno, por lo menos los leí!

  • Rayuela - Julio Cortázar
  • El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
  • Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll