martes, 25 de mayo de 2010

Tener una patria

No es tan sencillo como parece. Solemos pensar que patria es el lugar donde nacimos, pero cuando la guerra y el hambre separan a los padres de sus hijos y en la historia de la vida de una familia hay un corte; cuando únicamente es la distancia lo que nos separa aunque sea un poco del terror, no es fácil decir "yo soy...".

Los argentinos venimos de los barcos. La mayoría de nosotros. Como muchos, no tengo familia ni historia en este país, a pesar de haber nacido aquí. En mi casa no se hablaba en castellano, lo que hacía a mi familia la cueva de bichos raros del barrio. Mis hermanos hablaron solamente en croata hasta que tuvieron edad de ir al colegio. Cuando me tocó el turno de aprender a hablar, mi mamá decidió que ya había sido demasiado con dos que tuvieron que aprender el castellano al galope, y me educó en este idioma.

Como muchas, mi familia vivió una dicotomía: ser de allá y vivir acá. Añorar, pero desear aferrarse a algo, porque no podemos vivir sin estar aferrados a algo.

Mi mamá llegó acá cuando tenía un año y medio, en brazos de su mamá, a conocer a su papá (mi abuelo), que hacía ya unos meses vivía en Argentina, escapando del hambre y después de haber peleado en la primera guerra mundial. Cuando volvió a su país (casi setenta años después) se encontró con una tía, que fue quien la había llevado a upa, siendo una bebé, hasta el puerto, donde la esperaba el barco que la trajo. Me contó que en ese momento se sintió desfallecer. Pero también me contó que después de tres meses de estar allí, aun en medio de su familia, y en su lugar de nacimiento, pedía a gritos "comida argentina, y hablar en castellano".

Mi papá vino después de haber peleado en la segunda guerra mundial. Cuando volvió por primera vez a su país, le llamó la atención que su habitación estuviera igual que cuando él la había dejado. Y cuando viajó por segunda vez, cedió la poca herencia que había en favor de sus hermanos.

A mi generación le tocó la guerra sucia y la guerra de Malvinas. Supongo que ya es suficiente guerra en la familia.

Creo que fue García Márquez quien dijo que patria es el lugar donde enterramos a nuestros muertos. Y agrego yo, donde tuviste hijos. Supongo que ahora sí, entonces, después de tener dos hijos acá y de haber enterrado a mis abuelos y a mis padres acá, puedo decir que tengo patria, y la verdad es que me gustaría mucho poder hacer algo para que ésta sea cada día mejor.

Fue muy emotivo estar ayer en la 9 de Julio para cantar el Himno Nacional en el único idioma en que sé hablar, y compartir ese momento con mucha otra gente que habla el mismo idioma que yo y que se sabe parte de esta tierra. Que no es la mejor, seguramente, pero tampoco es la peor. De eso sí estoy segura.



Actualización
: acá hay un lindo post (bué, sí, es de mi hijo, qué voy a decir, pero está lindo en serio, y además, se refiere a esta reflexión que hice como "sesuda" y que un hijo te diga que tenés sesos viene bien, qué sé yo cómo explicarte. En general te buscan los defectos, ¿viste?), y también hay fotos de la fiesta de anoche.

jueves, 20 de mayo de 2010

Ponerse en perra...

Todo en la vida es cuestión de mantener el equilibrio. Esta frase (diez palabritas que, dichas así, hasta parecen bobas), resulta ser muy difícil de internalizar, de hacer propia.

Algo así como que te den la dirección de un lugar pero no te digan cómo llegar y sin tener la Filcar a mano. Es decir: como que te dejen más o menos en bolas y te digan: "fijate, la ropa está por allá (eso sí, no sabemos si hay de tu talle)".

¿Qué es "mantener el equilibrio"? Sí, sí, ya me dirán ustedes (o no, tal vez me lo digo a mí misma): "Bueno, ayudar pero no dejar que te zapateen en la cabeza", "tener en claro con quién estamos enojados, para no agarrárnosla con el otro al divino botón", "ir por la vida teniendo claros los objetivos, pero también sabiendo cuándo es momento de frenar un poco", 

Sí, sí. ¿Y me podés decir cómo?

Supongo que es un camino minado de pozos y, por lo tanto, lleno de metidas de pata. Si cada vez que nos equivocamos sólo estuviéramos implicados nosotros, y bueno, qué se le va a hacer. El buey solo bien se lame (las heridas). Pero la cosa se pone más problemática cuando el tropezón llena a quienes nos acompañan, también, de moretones.

Gran parte de ese equilibrio depende de los límites que establezcamos respecto de los demás, del respeto por el propio espacio y por nuestras decisiones.

Una joda, porque, al menos yo, nunca sé si cuando pongo un límite estoy, simplemente, diciendo "hasta acá, y no me pidas más que esto" o si simplemente me estoy "poniendo en perra".

Recuerdo que cuando hacía terapia, a este mal lo llamaba "exceso de catequesis". Ser buena, poner la otra mejilla, tratar de ganarme el cielo fueron las excusas que usé durante años para no poner límites con algunas personas, para dejar que invadieran mi espacio. Para ser una víctima, en fin (ja, si quiero, le gano a Jesús).  "Yo no soy La Hija de la Lágrima. Soy la madre" fue una de mis frases de cabecera.

Pero hoy, después de años de batallar, no puedo evitar, casi cada vez que le pongo un freno a alguien (por suerte hay excepciones, situaciones en las que ya tengo clarísimo que no quiero que me jodan y puedo expresárselo al otro con seguridad), pensar "se me fue la mano".

Por supuesto, cuando es otra persona la que sufre algún abuso, no tengo ningún problema en identificarlo y decirle "tenés que decir no". Pero cuando me pasa a mí, siento que estoy ladrando y gruñendo.

Maldita subjetividad, cómo rompe las pelotas a veces. 

Catarsis (laboral), que le dicen.

martes, 18 de mayo de 2010

Si me muero, que no se note

El mundillo farandulesco, para poder continuar siendo tal, necesita que quienes consumen sus chimentos día a día crean en la magia, en lo irreal, como una manera de mantener el aura de quienes se hicieron "merecedores" de habitarlo. Que esos habitantes vivan en ese mundo unas pocas horas o medio siglo ya es otro cantar, siempre que, mientras dure su visa, se atengan a las reglas del juego.
Es así como, si pensamos en un cantante famoso, pongamos por caso, Luis Miguel, o el creador de una banda que marcó los años ochenta, pongamos Gustavo Ceratti, también cantante, solemos pensarlos como seres más bien alejados de calamidades cotidianas tales como retorcijones de panza, mocos o diarreas. ¡Qué lindo sería formar parte de ese mundo en el que nadie tiene mal olor ni se tira pedos, pordió!
La cosa no funciona únicamente porque nosotros preferimos creer que "allá" no pasan esas cosas, no no no: es una especie de contrato que firmamos, por el cual los seres comunes y corrientes aceptamos creer en un mundo irreal, y ellos aceptan alimentar nuestras fantasías jugándola de intocables. Por supuesto, la fantasía se acrecienta cada vez que el famoso en cuestión señala en cuanto medio se le acerque "soy un ser humano común y corriente". Una frase que pocos famosos se creen de verdad, porque en más de uno de ellos se nota que no fue nada difícil entrar en el juego y creer en la magia y sentir, al poco tiempo, que son de verdad intocables, que nunca más les dolerá la panza o, lo que es cien veces peor, que envejecerán.
Claro que la naturaleza es cabezona y se empeña día a día en igualarnos (en general, para abajo), y en una de las tantas vueltas de la vida, el cantante (que hasta ese momento podía ocultar sus canas con tintura, su incipiente calvicie con implantes, y borrar sus rollos con lipoaspiraciones) no sólo está perdiendo el pelo y las mañas, sino tal vez la vida.
Quienes lo rodean y que, como acólitos fieles, suelen decir y no decir en medidas exactas (no olvidemos la cláusula que indica "se debe alimentar la fantasía"), sufren tal desconcierto que, de golpe y porrazo, se niegan a abrir la boca, salvo para pedir intimidad a gritos (cosa bastante dificultosa de conseguir, después que se pasaron años pidiendo que hablen de él). 
Eso sí: si es verdad que se está muriendo, que no se note, porque esas cosas sólo les pasan a los viejos que fueron seres humanos de verdad. 

jueves, 13 de mayo de 2010

Lestrigones y cíclopes

Este es un poema de Konstantinos Kavafis. Cada uno puede entenderlo como más le guste (por supuesto). Cuando lo leo, todos los deseos de que mi vida sea un viaje tranquilo por un mar sereno se van al demonio (aunque un poco de tranquilidad nunca viene mal). Cada vez que lo transito (es una especie de camino, y también es lo que me lleva por él) se me estruja un poquito el corazón, se me dan dos vueltas de tuerca más, y creo entender algunas cosas.

¡Ítaca es un viaje de ida!

Más abajo, una libreinterpretación de cerebro quemado un jueves casi a la noche.

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el camino sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni a la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya
qué significan las Ítacas.



Comparto este enlace que me llegó hoy, al Mural del Bicentenario, con ilustraciones de Rep y videos del canal Encuentro. Excelente:
http://www.muralbicentenario.encuentro.gov.ar/flash/index.html

miércoles, 12 de mayo de 2010

Cosas que no sé

Alguna vez conté acá Lo que sé. Como no sólo estamos hechos de las cosas que sabemos, sino de las que no sabemos, acá va algo de lo que no sé (que termina siendo algo que también sé de mí misma).


Cuando era muy chica tenía un problema gravísimo: era terrible e irremediablemente tímida. Era la típica nena que no contesta las preguntas, que se pone colorada, que no habla, que "se porta bárbaro". Cada vez que escucho que dicen de un chico "se porta bárbaro", lo miro directamente a los ojos y puedo darme cuenta si de verdad se porta bárbaro o... todo lo otro. Nos reconocemos al instante y nos comunicamos telepáticamente. Yo le digo "ya pasará", mientras pienso "No se porta bárbaro. No sabe qué hacer, no sabe qué decir y se siente desubicado todo el tiempo". Por supuesto, como la onda telepática está abierta, el chico recibe también esto. Ahí entramos en confianza, telepática, por supuesto. :) Si los padres son de esos densos que quieren que el chico sea comunicativo y expresivo y que salude y conteste todas las pavadas que solemos preguntar los grandes, y "lo animan" diciéndole "saludá, saludá" o "contale, contale", o la peor "¡Bien!, decile", miro alternativamente a los padres y al criaturo y les digo "ya entraremos en confianza". Basta esa respuesta para que "criatura X" se ponga de mi lado. Sólo con los chicos se me borran todas las inhibiciones.

Encontré algún boletín de cuando iba a la primaria, de una época en la que evaluaban también el comportamiento social de los alumnos. Todas mis notas eran MS o S, salvo en esa parte.

¿Se comunica con sus maestros?: N o CN (nunca, o casi nunca).
¿Establece relaciones con sus pares? N o CN
 
Una de las graves consecuencias que sufrí por culpa de esa inconmensurable timidez es la casi total incapacidad de hacer preguntas. No era que no tuviera curiosidad, pero no preguntaba si no entendía. Una única vez recuerdo haber preguntado algo, Matemática, tema: Simplificaciones. Recuerdo no haber entendido NADA durante la explicación, y cómo tuve que luchar conmigo misma para preguntarle (al final de la clase, aparte, a solas) a la maestra qué catzo quiso decir, y recuerdo también lo bien que me explicó ella el tema, y la satisfacción de haber logrado superar el terrible obstáculo. "No era tan difícil", me dije. Pero nunca más volví a preguntar nada. Y esto fue en quinto grado. Cada vez que me llevé una materia me arreglé como pude para estudiar, porque la única vez que me mandaron a un profesor particular, por supuesto, fue un desastre. El tipo explicaba y explicaba, y yo asentía y asentía sin entender una palabra de lo que me decía. Supongo que habrá pensado "o es una genia (¿y por qué se llevó la materia?) o es una tarada total" (y calculo que se habrá quedado con la última opción).

Por suerte subsané mi discapacidad social buscando las respuestas en otras fuentes, si no, creo que sería completamente bruta. No sé preguntar en voz alta, por mucho que me interese un tema, y si me preguntan demasiadas cosas me taro y respondo la mitad de lo que debería responder. Por supuesto, después digo "tendría que haber dicho esto". También por suerte, este laburo que hago, cuya efectividad depende en gran parte de las preguntas que uno hace, se puede hacer por escrito, si no, tendría que dedicarme a otra cosa.

Será por eso que me hice amiga de los libros: porque no preguntan, al menos en voz alta.

Como leí alguna vez, varias veces me digo "¡Justo a mí me tocó ser yo!".

martes, 11 de mayo de 2010

Mirá lo que encontré

 


Esta estampilla estaba entre las miles de estampillas que mi mamá guardaba con la intención de, algún día, organizarlas y darles forma de colección.

También busqué información sobre esa primera Feria del Libro, y encontré esto:


http://adbiblio.blogspot.com/2009/07/la-primera-feria-del-libro-cual-de.html

Mirá vos.

domingo, 9 de mayo de 2010

De feria en feria

Me enojo porque es un quilombo de gente. Me enoja llegar y no conseguir fácilmente lugar para estacionar (el precio del estacionamiento es un despropósito. Me da risa porque dice "un hotel para su auto". Y sí, con lo que te cobran para dejarlo ahí, lo mínimo que pueden hacer es cambiarle el aceite, lavarlo y cargarle el tanque). Me enojé este año porque la entrada por Santa Fe está cerrada, y hay que entrar por Sarmiento. La vereda de Sarmiento es un desastre porque la están arreglando (o algo así sugieren los carteles) y nadie se preocupó por hacer algo para que los cientos de personas que entran por día no tuvieran que sortear pozos, barro y, por supuesto, a los cientos de personas que salen. Me enoja el precio de la entrada, no importa que casi todos consigamos una o varias gratis: el precio es otro despropósito.

Pero... la feria es la feria, y si no voy, siento que a mi año le faltó algo. Fuimos el viernes, doctor Nick y yo, y trajimos libros, libracos y libritos, y tenemos para un buen rato. En Tusquets nos hicieron el 20% de descuento presentando la libreta de estudiante (gracias, Nick, por haberla llevado). De allá trajimos dos de Mankell de la serie Wallander (dato: híper recomendables la serie sueca, los sábados a la noche por Film & Arts, y la inglesa, protagonizada por Kenneth Branagh, que se consigue... por ahí, usted me entiende. Excelentes las dos): El hombre sonriente y La leona blanca, y también, Los libros de los otros, de Ítalo Calvino. Ya ahí me desenojé por haber tenido que caminar tanto para llegar.

Último round y La vuelta al día en 80 mundos, dos de Cortázar que no teníamos, fueron nuestras siguientes adquisiciones. Péguenles una miradita a la tapa y la contratapa de Último round: compensan el valor del libro completo.



Ahí ya me había olvidado de la cola para canjear la p... entrada de Ñ.  

Después de dar un par de vueltas, me encontré con un stand chiquitito, medio escondido: Librería de mujeres editoras. Ahí encontré Escapada, de Alice Munro, sobre el que había leído una estupenda crítica. Mientras lo embolsaban, vi que tenían también varios de Margaret Atwood. Pregunté precios; la dueña de la editorial los hizo bajar de la estantería y... ¡oh, sorpresa! No sólo los bajó de la estantería, sino que los bajó de precio: me dejó cuatro... ¡¡por cien pesos!!: Penélope y las doce criadas, Doña Oráculo, El quetzal resplandeciente y otros relatos, y Orix y Crake (y de yapa, me dijeron que necesitan editoras, quién te dice...).

Paseamos un rato y vimos a alguien que ya forma parte del escenario de la Feria: Rep. Si no lo viste a Rep, es porque no fuiste a la Feria, porque ¡está siempre!

Desenojada por completo, volvimos a casa, donde Davu nos esperaba con pizza (preparada por él) y empanadas (encargadas por él).

¡La vida es buena!

martes, 4 de mayo de 2010

Mensaje subliminal

Programas de TV, películas, publicidad: quienes quieren transmitir su mensaje depravado tal vez, o políticamente incorrecto, no descansan.

Los mensajes subliminales han llegado también a los otrora inocentes libros para estudiantes secundarios. Y si no, miren esto:

¿Adónde iremos a parar? Hay que frenar estos ataques, antes de que sea demasiado tarde.

¿Es que nadie piensa en los niños?

Muejeje.

Me hubiera gustado que me dedicaran...

  • Cartas a Milena (obvio) - Franz Kafka

Algunos libros que me hubiera gustado escribir... Bueno, por lo menos los leí!

  • Rayuela - Julio Cortázar
  • El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
  • Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll