jueves, 26 de agosto de 2010

El Gran Hermano (pero al revés)

El siguiente es un comentario -ampliado y devenido post- que hice en el blog de Davu, a raíz del tema Fibertel y otras cuestiones.

No soy una especialista en el tema, la verdad, pero no sé si es importante que Clarín sea un monopolio estrictamente hablando o que no lo sea. Lo que está clarísimo es que maneja los titulares del diario más vendido del país y las pantallas que nos acribillan los sentidos desde livings, bares, restaurantes, casas de artículos para el hogar... Es una especie de Gran Hermano, pero que en lugar de mirar te obliga a que lo veas todo el tiempo. Recuerdo que estando en La Quiaca, en un restaurante al ladito de la frontera con Bolivia, las pantallas atronaban a la gente con un caos de tránsito en la avenida General Paz. Si alguien me puede responder qué le importa a un quiaqueño (o aun a una porteña mientras está de paseo por Jujuy) el estado de tránsito en la General Paz, y me da una explicación válida, le regalo un televisor. Es más, le regalo mi televisor. Total, no lo miro. Es válido, sí, preguntarse por qué el dueño de un restaurant en La Quiaca pone ese canal, pero ese es otro tema. Esto, sumado a una sociedad que no se plantea demasiado las cosas y que come mucha comida masticada, es una combinación fatal.

Clarín y su red de medios influyen sobre todo en la gente inocente que cree en el discurso del "medio independiente" (alimentadísimo desde los tantos medios que maneja), en la clase media con aspiraciones mediopelo que se llama a sí misma "informada", en el piojo resucitado y en el ama de casa horrorizada porque así-no-se-puede-vivir-más. Y digo "inocente" en el buen sentido de una palabra a la que solemos darle otros usos, no tan "inocentes", valga la redundancia.

Es un asco. Pero bueno, no creo que la cuestión sea ser o no ser K o antiK.

La cosa pasa, me parece, por otro lugar que no alcanzamos a ver del todo, y que creo que es interesante para analizar: hay un mecanismo que se quebró, que es la relación gobierno-medios. Porque todos fueron amiguitos un día (¿o alguien se atreve a decir que no?), y ahora ya no lo son. Porque el gobierno fue amigo de Clarín en algún momento (y eso está mal), y viceversa, lo cual está igual de mal en un medio que se llama a sí mismo independiente, justamente porque maneja un flujo importantísimo de información de la cual dependen muchas de nuestras decisiones (y no sólo si agarro o no la General Paz).

¿Nos preguntamos por qué en un diario se elige poner un titular y no otro? ¿Nos preguntamos por qué repetir hasta el dolor de tripas imágenes que hablan (más que mil palabras) de hechos de inseguridad como si definitivamente el delito fuera un producto -como el dulce de leche- netamente argentino? ¿Esto es información? ¿O es lisa y llanamente un golpe bajo? ¿Pasarán otras cosas mientras nos repiten hasta el aburrimiento que el gobierno "coarta la libertad de prensa y difusión"? ¿Pasarán otras cosas mientras el gobierno critica y dale y dale con los medios?

En el medio estamos nosotros, ciudadanos-consumidores, observando impávidos cómo se sacan el cuero entre ellos (literalmente). Pero, por favor, abandonemos la impavidez, y sepamos que acá se juegan otras cosas, y agarremos algo de lo que podamos aprovecharnos.

Si somos piolas, esto nos puede servir para descubrir estas relaciones ANTES y denunciarlas, si es que corresponde, o simplemente para darnos cuenta y para ver a quién deberíamos creerle según nuestras convicciones políticas, y para no dejar que nos vendan (también) "paquetes" de pensamiento sociopolítico. También nos ayudaría a ver más claramente a quién queremos votar y a buscar otras fuentes de información.

También podemos quedarnos como estamos y sólo salir a llorar porque Fibertel es/era un buen servicio. No seamos nabos, es lo que se me ocurre decir.

Empecemos a elegir con más responsabilidad a nuestros gobiernos, respetemos lo que elegimos, y empecemos a informarnos mejor. Como ciudadanos, no como consumidores que creen que si Fibertel desaparece no encontrarán otro proveedor de Internet, cable, teléfono o papas fritas.

Esto es, a mi entender, lo que no alcanzamos a ver: que somos ciudadanos antes que consumidores. Que cada una de las partes está tratando de llevar agua para su molino, y que esa agua somos nosotros. Que lo que de verdad nos jode es perder derechos como ciudadanos. El consumidor va a encontrar dónde comprar lo que quiere comprar, de eso no tengamos dudas. Al fin y al cabo, vivimos en una sociedad regida por una economía capitalista, y a alguna empresa le va a interesar brindar un servicio que otra empresa ya no puede cubrir.

Espero que nadie se sienta ofendido, de verdad, pero me parece que tenemos que pensar las cosas desde otra perspectiva, y dejarnos de pavadas.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Hoy me puse seria

Mi nueva autora preferida es una antropóloga de 81 años que escribe cosas como esta:

"Ignorar o unificar al otro con el que se interactúa conlleva la pérdida de la historicidad propia"*.

Hago una traducción de esta frase, me atrevo a hacer una analogía. La traducción, por supuesto, responde a mis propios intereses y saberes, pero uno hace las traducciones que puede, a partir de los "idiomas" que conoce y de las interpretaciones que puede o sabe hacer: "Ignorar o encasillar al otro con quien convivo conlleva la pérdida de mi propia individualidad".

Me quedo pensando en cómo tratamos de negar lo que no nos gusta: lo feo, lo malo, lo pecaminoso. No sólo siempre lo vemos en otro (casi jamás en nosotros), sino que, además, le adjudicamos a ese otro una especie de no-humanidad: es un animal, es una hiena, es una víbora, es un gorila.

Que un país es una gran casa es una frase que muchos repetimos aquí y allá, y no sé si terminamos de hacerla nuestra. Aceptar, digo, que al lado de uno hay otro, que no es más que lo mismo que yo con otro envase y con distinta historia es algo que se nos hace bien cuesta arriba.

No voy a meterme en cuestiones sociales o antropológicas que, desde ya, no manejo; ni creo que aporte nada verdaderamente nuevo a la discusión, pero me parece interesante resaltar esto: que al tratar de borrar a ese otro que no nos gusta, no sólo estamos negando una parte nuestra, sino también la posibilidad de arreglar algo de lo mucho que hay que arreglar en estas tierras...

Cuenta mi nueva autora favorita que un cacique araucano, antes de que toda la tierra que le pertenecía a su pueblo le fuera expropiada (de la peor manera, aunque dudo que haya maneras buenas de hacer esto), dijo que gracias a "los cristianos" su pueblo había conocido la yerba, el azúcar y las galletas, y que no querían pelear porque a quién le iban a vender sus cueros, plumas y todo lo demás. Y que agregó "Además, hay lugar para todos".

Me pregunto si sigue habiendo lugar para todos; y me pregunto también si, más allá del lugar en la tierra que nos corresponde por el simple hecho de haber nacido, no estaremos negando al otro para evitarnos la difícil tarea de pensar en cómo construirnos como sociedad. Me pregunto, en definitiva, si no nos estamos quedando cortos de intercambios, si no nos estaremos empobreciendo mucho.

Hoy me puse seria.

* Martha Bechis.

domingo, 22 de agosto de 2010

Lo único constante

Salís de la batidora y te encontrás con que el mundo está distinto. ¿Sos vos que diste vueltas y vueltas o algo, finalmente algo, cambió de rumbo? Seguro que es tu cabeza, te decís, son mis pelos y por eso me miran raro. Pero algo cambió de verdad allá afuera: no te miran raro, descubren algo de vos que no conocían. Y hasta el gato respeta que no te levantes a horario para su desayuno. Será que des-cubriste una respetable parte tuya. Será que eso se traduce en los ojos, será que está en el aire.

Claro que estuviste adentro de una batidora. Y por supuesto, alguien enchufó y todo se hizo una gran mezcolanza en la que se pusieron en juego algunas convicciones, algunas seguridades y muchas costumbres.

Pensás que saliste ileso pero no, nunca es así. Siempre que se gana algo, se pierde otra cosa. Siempre que hay un cambio dejamos por ahí retazos de lo que ya no seremos. Eso da un poco de nostalgia.

Alguien dijo que lo único constante es el cambio. Si es así, la mayor parte de las veces, creo, no notamos la transformación, porque si no, ¿a qué viene tanta desesperación cuando vemos que es inminente? Nada de querer cambiar de espejo o de "Esto no soy yo. No podría ser yo".

Ahora bancátela.




Y por el mismo precio, Dancing in the Street, una canción contagiosa, en una versión muy anterior a los "Changes" de David Bowie vía cirugías, y al gerontólogo de Mick Jagger:

miércoles, 4 de agosto de 2010

Llevar el invierno adentro

Nuestro carácter tiene mucho de estacional. No es lo mismo que ser ciclotímico, o en todo caso sería ser un ciclotímico más o menos con aviso; y la previsibilidad no es compatible con el asombro, claro está. Cada tres meses nuestro humor varía de acuerdo con la cercanía o la lejanía de nuestras tierras al Sol. Nuestros nietos, hijos y hermanos podrían comentar, entonces, "el abuelo está invernal"; "mi mamá primaveriza", "mi hermano otoñea", en lugar de los previsibles "... está con cara de orto", "hoy se levantó medio pelotuda", "... anda medio pasguato". Y en verano... ¿por qué sólo el verano tiene verbo? En verano somos mostrables, aunque no sean los sentimientos y el carácter los que tienen que andar de mallita... ¿Qué dieta habría que hacer para poder andar mostrando cómo somos de adentro, así como en primavera casi todos andamos queriendo sacarnos algunos rollos de encima? La panceta, digamos, porque de los rollos del coco no sé si nos hacemos mucho cargo, o no todo el tiempo (¿quién podría, todo el tiempo?).

En invierno la mirada se opaca y resaltan las ojeras. La piel pálida se asemeja bastante a las hojas que caen, mustias ,de los árboles.

El problema es si nos quedamos con el invierno adentro todo el año.

Me hubiera gustado que me dedicaran...

  • Cartas a Milena (obvio) - Franz Kafka

Algunos libros que me hubiera gustado escribir... Bueno, por lo menos los leí!

  • Rayuela - Julio Cortázar
  • El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
  • Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll