martes, 20 de julio de 2010

Hay alguien

Este puede ser un post ideal para caer en el lugar común, es cierto. Pero si los lugares comunes existen, es porque a muchos nos pasan las mismas cosas, y porque albergamos sentimientos bastante parecidos.

Parece fácil "hacerse amigo" de alguien. Hasta que nos damos cuenta de las cosas que ponemos en juego cuando nos entregamos a esa relación tan especial que es la amistad. Que alguien sepa todo de nosotros, o casi todo, sugiere, por lo menos, una vulnerabilidad que habitualmente no queremos mostrar.
Los que alguna vez creyeron (y dijeron) que nunca llorarían delante de nadie y después lo hicieron porque no quedó más remedio que "llorarse todo" saben perfectamente a qué me refiero. También están los que no lloran nunca, y aun así lo dicen todo con una mirada, con un gesto: "no doy más. Tengo que contarte algo".

 Para los que andan cerca, para los que están lejos y también para el que, este año, decidió emprender viaje. También, por supuesto, para los que andan por aquí, porque acá también somos vulnerables y, aunque de otra manera, nos exponemos a contar alguna que otra alegría y alguna que otra tristancia.



Y no podemos olvidar, por supuesto, a "Ese amigo de Vinazzi":



Feliz día y gracias a todos.

viernes, 16 de julio de 2010

La peor de todas...

Se lo comentaba recién a Ant en un mail: para mí, que estoy bautizada, que tomé la comunión, hice la confirmación, todo esto luego de muchos años de catequesis, es un verdadero problema saber cuál de todos los pecados que cometí o que aún cometo es el peor de todos.

Porque es necesario tener una escala de valores, saber cuáles son las categorías. ¡Mirá si vamos a andar viviendo sin cajitas donde ubicar las cosas!

Aquí va una lista, y ayúdenme por favor, porque no sé cuántos padrenuestros rezar por lo que sigue:

- Haber tenido sexo antes de mi matrimonio.
- No haber tenido sexo únicamente para quedar embarazada, durante mi matrimonio.
- Tener sexo seguro para no contagiarme nada, y para no quedar embarazada.
- Haberme divorciado.
- No haber bautizado a mis hijos (esos hijos del demonioooooooooo).
- Estar a favor del matrimonio de cualquier persona que quiera casarse con cualquier otra persona.
- No ir más a misa.
- Estar a favor del aborto.
- No arrepentirme de ninguno de los pecados citados anteriormente.

Otras dudas:

- Si volviera a casarme con mi ex marido... ¿los años que hemos pasado divorciados cuentan o no como "años pecados"? ¿O, si lo hago, ya los expié?
- ¿Qué me pasaría si, decidida a no volver a casarme con él, me da por casarme con una mujer?
- ¿Hay infiernos distintos?
- Nunca me volví a casar. ¿Soy menos pecadora que él, que sí lo hizo?

Porque hasta ahora, lo que escucho es que todo es pecado. Lo cual me lleva a pensar tres cosas:

a) que nada lo es.
b) que tampoco la pavada, que hay cosas buenas y malas, sólo que no sé si la iglesia mira hacia el lado que tiene que mirar.
c) que para qué pienso en todo esto, si hace añares que no practico ninguna religión, y sobre todo, hace añares que dejé de creerles a los curas.

Reflexiones al pedo, una vez más, en este viernes de frío polar y mucho que hacer, pero vamos, ¡¡¡que es viegsen!!!

PD: ¡Cuántas veces aparece la palabra "sexo" en este post! ¡Oh, my dog!

miércoles, 14 de julio de 2010

Miércoles 14 (o "De cómo la yeta en la que no creés se traslada de un día al siguiente así como así")

- El mate se vuelca en el auto. No es tanto por la mugre que deja (y que junto torpemente con una balerina que está para el retiro (in)voluntario), no. La bronca es porque no puedo amenizar la espera de algunos (eterrrrnos) semáforos en rojo tomando un mate para el que no tengo tiempo apenas me levanto, porque apenas-me-levanto-con-el-tiempo-justo-para-salir-y-llegar-solamente-diez-minutos-tarde-al-trabajo (diez minutos que debo recuperar, ojo).  Soy una salame, sí.
- Anoche descubrí que hace dos meses que no pago mi monotributo. No me olvidé de ir al banco. El banco, o la AFIP, se olvidaron de debitarme la mensualidad de mi caja de ahorros (yo decía "qué bueno que me alcanzó para todo". No. No me había alcanzado. Ahora soy deudora).
- Bloqueé mi clave de homebanking. Quién sabe qué fue lo que tipeé (tres veces tres) al momento de intentar entrar. 

- Salgo del trabajo y voy al banco. Dejo el auto estacionado donde hay montoooooooones de autos. A la izquierda, sí, pero Ituzaingó es un lugar para vivir, y generalmente es un lugar en el que uno deja el auto más o menos donde quiere.
- En el banco me dicen que ellos no tienen nada que ver, que tengo que ir a la AFIP. Voy a la ventanilla a pagar la cuota con una credencial que bajé de Internet. El cajero me quiere cobrar una cosa y yo digo que no, que tiene que ser más. Me dice que no tiene tiempo para explicarme, y me voy sin saludar, ofendidísima.
- Voy a la AFIP. Un tal Pablo me atiende de lo más amablemente, y me dice que el problema es del banco, no de ellos. Le explico, además, lo que me había pasado en la caja. Me baja una nueva credencial: yo había impreso una incorrecta.
- Voy al banco nueeeeevamente.
Primero paso por la caja y pago, luego de pedirle disculpas al cajero por mi actitud de hace un rato.  Después voy a Atención al cliente y me atiende el ángel guardián Mercedes (que es la única que sabe toooodo). Me explica (y a ella sí le creo) que no es culpa de ellos, sino de la AFIP, pero expone claramente los motivos. Llena el formulario XK-84.2032/7*32. form.: "Ruego a la AFIP debite de esta cuenta la cuota correspondiente el mes que viene, o cuando les parezca, que esta mujer tiene ganas de estar al día" (el formulario para hombres es otro, pero eso pregúntenselo a Caferatta, que de esto sabe mucho).  En el mientras tanto, la llama su hijo, que no quiere hacer la tarea, Mercedes me cuenta que después tiene que estar con él hasta las nueve de la noche ayudándolo. Convenimos en algo: las mujeres no paramos nunca. A esta altura del día (tres de la tarde), muero de hambre y de ganas de hacer pis.
- Llego al auto, en cuyo parabrisas me espera un papelito azul: una multa, por supuesto.Ya veremos.
- Me subo y rajo para el súper. No agarro un chango, porque para qué si son dos cosas. No son dos: me acuerdo del pan para panchos (que pidió Davu) y del ketchup (que piden los dos). Más el queso. Más una leche. Más una Pepsi. Más pan rallado. Ya en la caja, veo en el piso un botoncito negro, de esos de las alarmas para la ropa. Cuando lo quiero levantar, se me cae el queso. Después el sachet. Después el pan rallado. No es nada, no es nada.
- Subo al auto con dos bolsas.
- De más está decir que cuando llego a casa y quiero bajar las cosas, una de las bolsas se destruye.

Y por supuesto, el baño está ocupado.

¿Sabés qué? Qué me importa.

jueves, 1 de julio de 2010

De repente

De repente se nos hace imprescindible el agujero negro. En un instante, la vida cambia, las cosas cambian, el universo todo se vuelve irredimiblemente intratable. No es que andemos tratando con el universo así, como quien dice "hoy descubrí un planeta". No no no. Simplemente, no podemos con él, y lo que hasta hoy (hace un ratito nomás) nos parecía tan naturalmente una ley de la vida, se nos convierte en injusta condena.
No todos los días son así, por suerte (o por ley), pero cuántas veces...

Lo que le pasa al de al lado pudo haberte pasado. Entonces sentís que zafás, y que qué bueno; pero la cosa está ahí, casi siempre "a punto de". Cuando te ponés en el lugar del otro te invade la sensación de "¿y por qué?". Pero inmediatamente salís de sus zapatos para poder seguir, para saltar, para alejarte de lo que podría haberte sucedido y no, esta vez no.

Es así, debe ser así, el destino, los planetas, estaba escrito, ya lo dijo el mesías, lo adelantó el noticiero, lo dijeron en la radio. Sucede. Simplemente sucede.  Con o sin vaticinios.

Y preferís el agujero negro, la nada, o todo. Vaya uno a saber. 

Entonces sentís que la vida no es tan injusta con vos. Hasta que te pasa. Y entonces el otro siente...

Es una rueda.

Me hubiera gustado que me dedicaran...

  • Cartas a Milena (obvio) - Franz Kafka

Algunos libros que me hubiera gustado escribir... Bueno, por lo menos los leí!

  • Rayuela - Julio Cortázar
  • El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
  • Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll