jueves, 30 de diciembre de 2010

Y bueno, nada, ¿viste?

... Que se termina el año, y entonces se supone que cerramos unos días por balance y brindamos y la vida continúa.

Y sí. Nada más y nada menos que eso.

Qué bárbaro. Todo un año compartiendo secretos, nimiedades, alegrías y alguna que otra pena. Pero ¿qué cambia cuando cambiamos el calendario, además de esa hojita medio gastada con una imagen (un poco sucia, hay que decirlo) de un señor montado a caballo dibujado hace mil años por Molina Campos? Sobre todo si el calendario que nos regalan en el almacén del barrio viene con ooootra imagen de un señor montado a caballo, también de Molina Campos, ¿no? Parece que todo sigue igual, que los festejos, los fuegos artificiales y el corchazo del Fresita sólo fueran un empeño más o menos gastado de decirnos que algo tiene que cambiar para, en el fondo, seguir igual. Bueno, NO. Decididamente, no. ¿Y si le indicamos al señor del caballo un camino? ¿si le damos un mapa y lo instamos a andar? Y dale... A lo mejor, cuando se termine el 2011 el señor del caballo (vos, yo, él) logró llegar a algún lado y dejó el cartón vacío.

A lo mejor es sólo una expresión de deseos, pero ¿y qué? Nadie dijo que todo TIENE que ser igual.

A lo mejor este año que viene te animás a terminar tu carrera.

A lo mejor, a tener un nuevo amor.

A lo mejor, a hacerte tu casa.

A lo mejor, a decirle a tu familia que no querés tener novia sino novio, y que el amor siempre es amor, no importa por quién.

A lo mejor, a cambiar de trabajo.

A lo mejor, a comprometerte con una causa justa, a hacer dedo quién sabe hasta dónde, a iniciar ese proyecto de mermeladas caseras, a divorciarte, a buscar la felicidad, a sacarte la careta, a meditar en un monasterio, a soñar un mundo más justo, a comprarte un auto, a salir de pobre, a cambiar de laburo, a pintar más cuadros, exponerlos y venderlos, a escribir un libro, a mudarte, a tener otro hijo, a darte cuenta de lo que tenés y de lo que te falta.

Por lo pronto, y entrando en un terreno más íntimo, a pesar de todos los rayes que tuve este año, me di cuenta de varias cosas, a saber:

- Tengo más fuerza de la que creía.
- Tengo dos hijos ALUCINANTES, que están en todas, que me bancan, que se ríen conmigo y me hacen cosquillas en las patas; y que, cuando estoy pachucha, me abrazan y me dicen "puishita".
- Tengo sobrinos y amigas y amigos de fierro, para los que estamos (mutuamente).
- Tengo hijas postizas: una que se recibió este año, otra que tuvo un bebé y otra que está buscando su camino pero va bien, aunque ella piense que no.
- ¡Conseguí que mi jefe (¡mi jefe!, quienes lo conocen, saben de qué hablo) me diera... un aumento!
- Qué sé yo, hay varias cosas más, como que voy a construir un lugar para mis hijos y para mí, hasta que ellos quieran dejarlo (el cordón, que lo corten ellos, ¿viste?).
- Varias cosas más, que ahora, con una cervecita encima, se me van.


Algunas cosas que digo acá están mediadas por lo que leo de algunos de ustedes, lo que chateo con otros de ustedes, y lo que siento por otros que no son ustedes.

A todos les deseo lo mejor, como lo deseo para quienes me rodean y para mí misma.

Vamos, es hora de arrancar.

¡Feliz 2011 para todos!

* Creo que es mi último año sin usar anteojos. Y bué.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El matoncito

El matoncito era progre pero se aburrió. Mientras el gobierno de Menem le dio de comer y le permitió viajar y comprarse dos heladeras nuevas, una planchita para el pelo y viajar a Brasil, decía que le importaban los derechos humanos, y que Menem era un hijo de puta. No está mal aprovechar lo bueno que te dan y criticar cosas de fondo. El matoncito lo hacía.
Cuando se fue Menem, decidió que la onda era lo latinoamericano y volvió fascinado de la Puna y la amabilidad de los aborígenes de nuestra tierra.
También se fue a Bolivia y a Perú, conoció las ruinas de Nazca y se impresionó, él que en algún momento había creído que las únicas ruinas que había en el mundo estaban en Europa. Habla mal de la conquista europea y dice "integración latinoamericana" cada tanto, critica el 12 de octubre, y dejó de llamarlo "Día de la Raza". Está perfecto. No hay razas, hay etnias.
El matoncito vio cómo comenzaba poco a poco la integración latinoamericana, y al principio le pareció divino divino. "Somos todos iguales", decía.
Un día viajó con un señor morocho y su hijito en el tren. Ese nene que en Jujuy le parecía "preciossssssssso, ay, me lo como", en su mente, de golpe, se tornó futuro pibe chorro y amenazó su pobrísima existencia de netbook comprada en cuotas y heladera menemista.
"Qué querés que te diga", repite a quien quiere escucharlo (son muchos por estos días), "a mí todo lo que tengo me costó un huevo. ¿Por qué no me regalan una casa? ¿Por qué no me dan un subsidio a mí? Yo no soy racista, pero estos bolitas y paraguas son todos vagos...". No tiene en cuenta que, a muchos, tener casi nada les cuesta un huevo también. O la vida.

Olvida, porque puede, porque le sale, porque se le da fácilmente, que sus viajes a Europa o Brasil del menemismo los pagábamos todos, pero claro, él no preguntaba, si al fin por una vez le había tocado disfrutar y los demás que hagan lo que puedan.

Olvida, porque puede, que hay gente que se caga de hambre desde hace mucho más que toda su mediocre vida, y se olvida de que esa gente también tiene derechos, y recuerda lo fácil que era poner una moneda en una mano sucia. Eso sí, olvida también cómo se indignaba y pedía que el Estado hiciera algo. La memoria es selectiva.

De golpe, en un almuerzo dice "pobres habrá siempre". Y se recibe de matoncito y sale a apedrear gente al sucio parque de enfrente de su casa.

domingo, 12 de diciembre de 2010

De raíz (Extremadamente personal)

Estoy fabricando un nuevo rincón en mi casa. He decidido poner todas mis energías en cambiar cosas que no tolero más. Ahí vamos, entre papeleríos, maestro mayor de obra, agrimensor y hermanos resistentes, tratando de acomodar lo que parecía inacomodable.
Arrastramos historias que, como todas, no se pueden cambiar. La cuestión es qué hacemos con esa historia, qué rumbo le damos al futuro con eso que nos tocó.
Me fui para el fondo. Y cuando digo para el fondo lo digo en el sentido literal del término: bien al fondo del terreno, pero también lo digo en el otro sentido: estoy yendo al fondo. Al fondo de varios quilombos.
En el fondo de mi casa hay cañas. ¿Alguno tuvo cañas alguna vez? Muchos dicen "qué bonitas", y la verdad es que son una peste. Son de mi vecino, pero basta que vuele un brotecito para que se instalen y se reproduzcan rapidísimo y sin control. Para erradicarlas hay que hacerse de un machete y una pala.
Hoy estoy con las analogías a flor de piel, y el machete y la pala para despejar aquello que quiero que sea mi rincón me obligan a pensar en despejar otras zonas de mi misma que no visito muy a menudo.
Primero dale que dale con el machete, así despejo un poco el terreno, y allá voy, con la pala, a sacar los problemas de raíz. Aparecen cosas que no son mías: ahí las dejo, expuestas, para que se haga cargo aquel a quien le corresponde. Aparecen cosas de todos: ahí hago lo que puedo. Y ahí están las mías: machete y pala, pozo y golpe, hasta sacar raíces que permanecían bien ocultas y son de un tamaño considerable. Son grandes. Duelen las manos y la espalda, y algún pincho me lastima un poco. La tierra cruje y ese sonido me resulta fascinante. Cuando logro sacar una raíz, ahí queda la tierra, limpia, que se desgrana al contacto con las manos. Hay mucho para limpiar, hay mucho para hacer, pero mi lugar es mi lugar, y voy con todo, no importa con qué me encuentre.
Cada raíz es, a la vez, un recuerdo o algo que hoy duele: un golpe, aquella vez que un hijo de puta en la misma cuadra de mi casa, mientras yo jugaba con mis amigas. Otro golpe, un novio de esos perfectos que amaba tanto esa parte impotente de mí que durante quince años me dediqué a no poder con nada con tal de conformarlo. Otro golpe, la bronca conmigo misma por aceptar eso, y por alimentarlo. Otro golpe, la bronca por que me hicieran cargo desde muy chica de cosas con las que no podía. Otro golpe, el cáncer de mediomelón. Otro golpe, y así y así, hasta que la tierra se desgrana, no me importa ni un poco que duela.
Otro golpe y se revuelve el avispero. Escapo entonces como puedo de los bichos que se me vienen encima. Dejaré esa parte para otro día.
Es liberador, exponerse sabiendo que no hay manera de ser otra cosa que yo misma.
Lo dije. Ahora me voy a dormir.

Mi lugar está amparado por un roble que tiene muchos años y es bellísimo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Estos son los días de nuestras vidas

Es curioso cómo pasa el tiempo. Digo, cómo pasa de acuerdo con lo que nos pasa. Quienes sufrimos la muerte de alguien muy querido conocemos esa sensación casi física de "pero ¿cómo puede ser que el mundo siga andando?", como si la la gente disfrutando del sol en la cara, de la tarde o de la noche o la lluvia o el aire fueran la cara visible y risueña de la injusticia. Un relay, además, cuando algo nos pega muy fuerte, y el mundo, veloz, ni se entera de que uno anda en cámara lenta.

Hay algo así por estos días (aunque no se me haya muerto nadie)*, un sentimiento indefinido que va entre no saber qué hacer y no saber muy bien si se quiere hacer algo.

Oh, qué buena manera de despersonalizar lo que digo cuando digo "se quiere". Qué buena manera de aceptar que no sé nada. O no, claro. Ni siquiera me animo a ponerme en primera persona.

*Lo aclaro después del comentario de Alicia.


martes, 9 de noviembre de 2010

¡Alternativamente!

Qué cosa cuando no puedo encontrar una palabra. Leo un artículo en el que dice algo así como "la arena continuamente tapa y destapa los restos...", y pienso "no es continuamente, porque no puede tapar y destapar a la vez. Es otro adverbio. Es... Es... Es... Definitivamente es otro, es otro que no puedo recordar, es otro que dice algo así como que a veces la arena tapa y a veces destapa.

La maraña de palabras que tengo en el cerebro se pone en rebelión, y aparecen "aleatoriamente" (no, no es), "consecutivamente" (no, tampoco), "sucesivamente" (podría ser, pero hay otra, otra...) y miles de adverbios en -mente que no tienen nada que ver con la imagen que se me viene a la cabeza de la arena que tapa y destapa huesos o vasijas del Holoceno tardío...

Lo dejo resaltado para dentro de un rato, cuando las neuronas se acomoden después del mate.

No viene.

Decido olvidar el tema, y lo hago, porque ya sé que son cosas que pasan. Pero me pongo a pensar que a lo mejor estoy muy cansada, y que no tengo ganas de agarrar el Manual para ver cuál puede ser, y que me quiero ir de vacaciones, y ya varios párrafos después, cuando pienso que está bien "alternar" descanso y trabajo pero dándome alguna dosis mayor de la segunda...

Ahí está, caracho, ahí viene, y entonces la pesco: tiro muy despacito del hilo, porque sí, es así, tal cual, así como si pescaras un pez medio rebeldón, la palabra puede escaparse y mezclarse en el cardumen nuevamente y escaparse por un buen rato más.

Ahí está. ¡"Alternativamente", mierda!

lunes, 8 de noviembre de 2010

¡Hijo del odio!

Murió un torturador. Y contra todas mis previsiones, no estoy contenta. Sólo espero que algún día haya podido verse al espejo de la manera en que lo propone este poema, que haya podido ver lo que de verdad era, que no haya podido escapar a sus ojos, que en algún momento haya tenido asco de sí mismo. Aunque sea por un rato. Lo dudo, porque algunos odios son más grandes que cualquier intento de autocrítica o de piedad hacia los otros, pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde.
¿Qué nos pasará después de la muerte, no? En este preciso instante, de alguna manera, me gustaría muchísimo saber.


¡HIJO DEL ODIO! 


Torturador y espejo

Mirate
así
qué cangrejo monstruoso atenazó tu infancia
qué paliza paterna te generó cobarde
qué tristes sumisiones te hicieron despiadado

no escapes a tus ojos
mirate
así

dónde están las walkirias que no pudiste
la primera marmita de tus sañas

te metiste en crueldades de once varas
y ahora el odio te sigue como un buitre

no escapes a tus ojos
mirate
así

aunque nadie te mate
sos cadáver

aunque nadie te pudra
estás podrido

dios te ampare
o mejor
dios te reviente.


Mario Benedetti

sábado, 30 de octubre de 2010

Son días tristes


Hubo muchos que quisieron, durante estos años de democracia, que cerráramos los ojos, que negáramos la historia, que viviéramos como si nada hubiera pasado. Eso, a muchos, nos dolía.

Hubo quien quiso inventarse y creerse y hacernos creer un país del primer mundo, que disfrutáramos de las "relaciones carnales" con países "como la gente". Como analogía se me ocurre pensar, vistas las cosas desde esa perspectiva, que es mejor que te viole un tipo rico y lindo a que lo haga uno pobre y feo. Como para tener algo para "recrear la vista" mientras te violan. Alguien quiso que nos creyéramos su propio delirio, y pretendió borrar el mapa de nuestro país de Latinoamérica y ubicarlo en otra parte del continente, como si así pudiésemos dejar de ser lo que somos. Como si así pudiéramos "civilizarnos" de una buena vez.

Pero los rompecabezas son jodidos: cada pieza encaja, nada más, donde encaja.
Somos lo que somos. Y ese destino "de patria grande", esa "condena al éxito" (para no olvidar una frase proferida en uno de los momentos más jodidos de nuestro país) no puede cumplirse obviando a los siempre olvidados. Si la elección es entre patria grande (y por patria grande se entiende cumplir con el mandato de seguir olvidando a los siempre olvidados) y patria no tan grande, que supone incluir a todos, siempre es preferible la segunda opción.

Ayer una señora paraguaya le dedicaba a Cristina su pésame en guaraní, y recordó todo lo que hizo Néstor Kirchner por los pueblos originarios de Latinoamérica. Hubo quien dijo que gracias a este gobierno tuvo su dni argentino, que le permitió trabajar aquí. Carmen, una señora que limpia casas, se peleó con su vecina, que festejaba la muerte de Kirchner. Ni lerda ni perezosa, le dijo "¿ahora que tenés inodoro te ponés contenta porque se murió el que te dio la casa?". Los que sabemos la importancia de tener una política de derechos humanos acorde con lo que la humanidad debería ser, los que no queremos olvidar, los que crecimos durante la dictadura, los que queremos que no haya impunidad para los genocidas y sabemos que la política de derechos humanos no es para dos o tres, sino que es para todos, estamos tristes.

Estamos los que no queríamos a este gobierno y aprendimos a mirar las cosas de otra manera.

Las cosas, todas, encajan donde encajan. Por ahí me dijeron que la situación no es tan buena, que hay números que no se mencionan. La verdad, me quedo con el número de gente que cobra la asignación por hijo, me quedo con los jubilados que ganan más, me quedo con el número de escuelas que se construyeron, con el número de casas entregadas, con la cantidad de libros que el gobierno compra para que muchos que no pueden comprarlos los tengan igual, con las netbooks entregadas, con el no al fmi, con la unión de Latinoamérica (para que de una buena vez nos asumamos como lo que somos), con la integración. Me quedo con Carmen y con la señora paraguaya. Me quedo con Evo, Lula, Chávez y Correa. Me quedo con la Argentina dentro de Latinoamérica, y no boyando, justamente, como pieza de rompecabezas que no encaja en ningún lado. Me quedo, también, con las críticas que tenemos los que no tenemos los ojos cerrados pero queremos un país mejor.

Por estos días se ven muchos perros rabiosos, mucha gente que dice "espero que no volvamos a la época posterior a la muerte de Perón", creyendo que es lo mismo Cristina que Isabel, y lo que es peor, deseando que eso suceda. Para que sí volvamos, para que, de una buena vez, alguien "se haga cargo del gobierno". A esta gente se me ocurre que hay que avisarle que la presidenta no se murió.

Tengamos cuidado, que hay mucho garca dando vueltas.

Comparto con ustedes algunos enlaces, notas interesantes que vi por ahí, y una emocionante crónica de fotos de estos días.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Señor

Hay un lugar. Clavo los frenos. Es mío. No pienso relegarlo. ¿Los que me siguen tienen que esperar? Que esperen: yo suelo hacerlo, sin tocar bocina ni gritar guarangadas ni bufar.

Téngame paciencia mientras estaciono, señor: es algo que nunca se me dio bien. Pero hagamos una cosa: yo le tomo la patente, y si un día me lo cruzo y usted está estacionando y tarda mucho, yo le juro que le voy a tener la misma paciencia que hoy usted me tenga a mí.

Meditaciones alrededor de estacionar por Recoleta un martes a la tarde.

Me agarró la melanco.





"Yo...

Mis pensamientos son flores esparcidas
tormenta de mar, la luna arrayán.
Tengo que salir para encontrar mi camino"*.

* Y mi manera de estacionar. :)

lunes, 18 de octubre de 2010

Gtalk de viernes extraño con Cari

Sepan disculpar la fragmentación de esta conversación. 
Lo que sigue se publica con permiso de la mencionada Cari. 


 





Carina: ultimamente
entonces
si si
hace como dos semanas o mas
q no tomaba nada
bueno la cosa es q corto con vos
y me voy al super viste
yo: 
Carina: a comprar una coca para seguir tomando fernet
y estaba haciendo la cola en el chinito
y estaba esa musica que es latina pero cantada en chino
y atras de mi un tipo de traje la tarareaba
yo: jajajjaa
bizarro
Carina: y lo miro de reojo porque estaba muy bien vestido
Y ERA LUIS ZAMORA
yo: onda todo por dos pesos
naaaa
en serio???
Carina: EL QUE VOTE PARA PRESIDENTE
yo: síii
Carina: CON LA CARNEE PICADA EN LA MANO
yo: no le dijiste?
jajajjaa
Carina: resulta q somos vecinos
nada
OLIA A FERNET YO
pero la proxima le digo algo
yo: jajajaja
sí!!!
mandale saludos
decile que con nico, mi compañero de trabajo, y antonio, mi vecino
estamos organizando la revolución
Carina: claro
pero mile yo pensaba
yo: qué loco!!
Carina: en mi semi borrachera
yo: el tipo comprando carne picada
muy loco
Carina: es COMO QUE UN PERONISTA SE ENCUENTRE A KIRCHNER COMPRANDO CARNE PICADA PARA QUE CRISTINA HAGA BOLOÑESA
no?
yo: totalmente!!!!!
me muero, me piyo de la risa, cari
Carina: bueno queria contarte
jajaja
yo: muy bueno!!!
Carina: PARA
entonces no estaba segura
y volvi
Y PUSE LUIS ZAMORA
EN IMAGENES GOOGLE
pero si era el
100 % segura
yo: y era
Carina: no era efecto del fernet
si si
yo: totalmente, qué grande!
Carina: hasta el mismo traje q las fotos
un genio
lo vuelvo a votar mile
lo voto lo voto
a pino
yo: si, dale
Carina: no creo encontrarmelo
bueno eso nomas
yo: claro!!
genial!!
Carina: contale a todos tus conocidos de izquierda
yo: le estoy por pegar la conversación a mi sobrino
Carina: que luis compra carne picada en el chino vestido de traje a las nueve y treinta
si si QUE EL PUEBLO SEPA
yo: jajajajjaa
genia!!!
 Enviado a la(s) 21:48 del viernes
Carina: pasa en la vida real mile... pasa
yo: sí...
ayyy, la puedo postear?
en mi blog
esta conversa
me muero de la risa, cari
me muero
Carina: claro mile
jajajjaa
si?
yo estoy medio borracha
es mas iba pensando de camino al super
q capaz el fernet hizo que no te de consejos muy inteligentes
pero yo tenia buena intencion
yo: no seas tontita, querés
te escuché y no parecías borracha
Carina: jajajjaa
no no
es que ahi le estaba entrando despacio
yo: cla...
Carina: bueno mile te mando un abrazo
yo: besotes
y gracias
no dijiste pavadas
Carina: una noche de viernes rara
jajjaa
yo: sin dudas




jueves, 14 de octubre de 2010

Bajo tierra

Ayer lloramos todos, creo. Es increíble cómo, siendo tan distintos, tan pero tan individuales y específicos, hay cosas que nos unen. En el espanto, en la emoción, en la solidaridad. Esto es empatía, dicen.
Ayer lloramos todos, y mientras veíamos los rescates, ¿quién no se puso a pensar en las cosas que tiene y no valora? ¿quién no pensó que Dios o esa idea que tenemos de él, finalmente, existe?

Más allá del lugar común en el que caigo al decir lo que digo, me pongo a pensar en otros lugares comunes. Que son los que nos hacen "especie humana", ¿no? El dolor, el sufrimiento, la alegría sincera, algunas indignaciones, las necesidades básicas, el amor, la amistad, la fidelidad, la confianza. Todos sentimos estas cosas de distinta manera. Hasta un punto. Hay una delgada línea en que toda diferencia desaparece (o debería desaparecer, porque de lo contrario ¿cómo sobrevivir?) y deja lugar a lo básico, lo fundamental. Si hay momentos en que "todos somos uno", creo que ayer fue uno de ellos, y que muchos o todos o algunos aprendimos algunas cosas. No todo se comparte, hasta que llega el momento de tener que hacerlo, y ahí surge el verdadero yo. Y al verdadero yo no le queda más remedio que luchar por sí mismo y también por los demás. No hay amor en todo lo que hacemos, hasta que algo nos pone frente a la disyuntiva de aferrarnos a la vida o dejarnos ir sin luchar. Ahí se espera que aparezca otro que nos ayude a salir a flote. Ahí aparece el amor, nuevamente, en su más básica expresión (que no por básica es tonta o simple). No siempre sentimos empatía con el otro. Hasta que algo sucede, y dejamos de ver en el otro la diferencia y empezamos a ver que no es más que otro yo, con las mismas ansiedades, dolores, amores e inquietudes. Lo que le duele, en definitiva, me duele a mí.

Y está bueno. Bajo tierra somos todos iguales. En la superficie, también. No estaría mal recordarlo todos los días. O un par de ratos al día.

 

domingo, 10 de octubre de 2010

Uno más...

... que el año pasado, hijito.

Y van 22, y contando.

Qué se puede decir, que no te haya dicho. Las madres somos reiterativas: todo el día cuidate, llevate abrigo, te quiero, dejate de joder, te quiero, pará de hablar, te quiero, contestame, pará un cachito, te quiero, ahora no, dale, correte, a ver, no me contestes así, te quiero.

Lo más importante de todo, es que todo eso te lo digo porque te quiero.

¡Feliz cumple, Davu!

PD: jueguen a la quiniela, 10-10-10.

viernes, 1 de octubre de 2010

De médicos y croatas

En mi familia hay una tradición: evitamos por todos los medios a nuestro alcance acercarnos a cualquier consultorio médico. Si el consultorio médico viene hacia nosotros en forma de hospital móvil, nos mudamos. Así de sencillo. Si nos duele la cabeza, ya se nos pasará; si andamos mal de la panza es cuestión de hacer dieta un par de días (o no). Y así.

Hace muchos años, mi papá caminaba descalzo por el fondo de casa y se clavó en la pata un clavo así de grande. No te miento. Oxidado. No exagero. Mi mamá tuvo que sacárselo con una pinza. Yo la vi, y casi me desmayo del susto sólo de oler el tirón que tuvo que dar para desclavar a mi papá. Un asquete. Era un caso de emergencia sanitaria, y no quedaba más remedio (juas) que hacer algo: había que llevar a mi papá a darse la antitetánica. Y mi papá se empacó como cabra croata subida a la más alta y pedregosa e inaccesible montaña, se metió en la cama y no quiso salir de ahí hasta que las ínfulas de mi madre, imbuida en ese momento por un espíritu científico irreconocible -quizá inspirado por su profesión, la enfermería-, cedieron paso a su resignación: su marido no iría a la salita, no vería a un médico, no se daría ninguna pichicata. A la angustia del accidente se sumó la de esperar que la pata de mi padre ennegreciera y cosas horribles por el estilo (no hacía mucho un vecino se había pinchado un dedo con un alambrecito y a la noche no tenía un dedo sino una morcilla: corrida al hospital, antitetánica, antibióticos, etcétera). Nada de eso sucedió. Al día siguiente mi papá andaba otra vez caminando descalzo por el fondo, en medio de sus zapallos, repollos y acelgas.

Hay un dicho que dicen por ahí los croatas: si una víbora ataca a uno de ellos, la que se muere es la víbora. Mi papá sobrevivió al clavo y también sobrevivió a una neumonía (único motivo que lo tuvo internado dos días en un sanatorio), no gracias a los antibióticos ni las nebulizaciones, por supuesto, sino al terror de tener que volver a dormir en cama ajena, a que lo pincharan o lo obligaran a tomar tal o cual pastilla. No sobrevivió mucho a la tristeza, pero esa es otra historia.

Cuando mis viejos volvieron de visitar a sus parientes en Croacia, mi mamá, con una visión antropológica novedosa de toda la cuestión, me contó que habían estado en un casamiento, una comunión, varios cumpleaños y un velorio, y detalles muy interesantes de cada una de las ceremonias. "¿Velorio de quién?", pregunté yo. "Una tía vieja. Tenía 90 años, se subió a un árbol a sacar ciruelas, se cayó y se partió la cabeza" (así, con este tono me lo dijo). "Ah". Dije yo. Y ahí comprendí varias cosas. Una es que los croatas se mueren cuando se les canta a ellos, y no cuando Dios manda. Otra es por qué no vamos al médico. Porque no vamos, y zanjada la cuestión. Total, un día te subís a un árbol y después vas y te caés y listo. Qué tanta historia.

Eso sí. Hace un mes me pegué un sustazo importante, y cuando fui a hacerme ver después de muuuuuuuchos años que no lo hacía, pensé "¿y si ahora tengo un cáncer? Probablemente no tenga un cáncer porque de varias maneras, soy croata. Pero si lo tengo, ponele la firma que lo tengo por pelotuda".  O sea: una parte de mí, una cabezotas; la otra, mi mamá tratando de creer en la ciencia y la antitetánica y la mar en coche.

Mi espíritu melodramático me imaginaba pelada y con gorrito, diciendo a los cuatro vientos: "No seas pelotuda como yo, que me agarré un cáncer por pelotuda. Andá y hacete un papanicolau".

No. No tengo, che. Será por croata nomás. Quizás si a un croata lo ataca un cáncer, el que se muere el cáncer.

Ah: Actualización de ya, ahora, ayer me olvidé: acá, una cancioncita que hice para Ant.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Usos (y abusos) de la cuchara

O  "Extraños pensamientos que vienen a la mente, culpa de una cuchara".

Oído en el tren: "Señoras y señores pasajeros, hoy vengo a ofrecerles, directamente de fábrica, este implemento imprescindible en toda casa: una docena de cucharas. Para el té, para el café, para la yerba, para el azúcar, para la chocolatada de los niños... Para revolver, para tomar la leche, estas cucharas de excelente calidad..."

El otro día leía que en la cultura mapuche el arte de quien tenía uso de la palabra se medía por cuántas oraciones distintas podía hacer esa persona con el mismo contenido. Este señor, sin lugar a dudas, se hubiera ganado un lugar importante en esa sociedad.

Este arte -la palabra- es, en definitiva, el lápiz con el que muchas veces dibujamos límites, y es, también (y como lo demuestra el caso del vendedor), herramienta de supervivencia (de repente me encontré preguntándome ¿cuánto podría yo hablar acerca de una cuchara?). Nuestra palabra es la forma en que explicamos y nos explicamos el (y al) mundo. 

Hay quienes dicen que a las palabras se las lleva el viento. Habría que ver si es tan así, porque es bien cierto que uno es esclavo de ellas. No importa cuánto insistamos con no haber dicho cosas que realmente dijimos: si hubo palabra hay trato. No es el meollo del asunto si el trato se cumple o no. Que una persona mantenga su palabra o la deseche marca para quienes la escuchamos la diferencia entre una persona confiable y otra que no lo es, entre un mercachifle del discurso y una persona decente.

Cuando era chica imaginaba formas para las palabras: redondas, triangulares, polígonos irregulares. Ahora imagino, además, que cada una es una pieza de un gran rompecabezas.

La palabra es un arma, con palabras nos armamos. 

martes, 21 de septiembre de 2010

Los nuevos brotes

El invierno pareció interminable...

 


  Aun así, se va, al menos por un tiempo... Y deja paso a los nuevos brotes.










Apuesto a esa parte nuestra que despierta y se anima a brotar, aunque sea tímidamente, a tener ganas de asombros, de ir siempre por algo nuevo. Es una de las cualidades más bellas que tenemos los seres humanos. Incluso cuando no sabemos verlo, la posibilidad de algo más -de ser alguien mejor- siempre está ahí.




Siempre se puede renacer, y se puede crecer, aun cuando parece que ya crecimos lo suficiente.


 


Feliz Primavera, y un brindis para que nos animemos a despertar.


lunes, 13 de septiembre de 2010

Baldosas

Espanté a todos los fantasmas, hoy. La muerte se quedará esperando un día más, al menos. La desgracia, que suele buscar la oportunidad -y que más de una vez la encuentra- hoy queda aniquilada, desocupada: por una vez, es a ella a quien se le cae la mandíbula de espanto. Hoy no es su día.

No banalicemos la cuestión, por favor, que las casualidades no existen. Me animo a decir que espanté la mala racha porque recordé una fórmula, más vieja que el universo pero a la que obviamos igual que a otras recomendaciones habituales: "ponete un saquito" "llevá paraguas".

Hoy sentí lo mismo que cuando mi mamá me daba una de sus recomendaciones y yo, que la quería jugar de rebelde, le decía "basta, má" pero guardaba el saquito en el bolso. (Paraguas jamás. Ni antes ni ahora.) Yo no quería que ella se diera cuenta, pero era su palabra la que generaba los vientos, era su voz la que llamaba tempestades y yo sin saquito. No se lo decía, pero allí estaba el viento que me traía la voz de doña Elda "llevate un saco". Por supuesto, ella sabía, no sé cómo pero sabía, cuándo yo le había hecho caso, y dejaba la tormenta para otro día.

Hoy espanté los fantasmas, esquivé la mala suerte, eludí contratiempos y percances, ahogué fatalidades.

Hoy, mientras caminaba hacia el trabajo, evité pisar todas las baldosas azules.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Refrito mal (pero internacional)

A los doce años le dije a mi mamá que no me iba a casar virgen y casi me mata. Era una niña insolente. No sé de qué se asombraba mi mamá, ella también fue una niña insolente en más de un sentido.

Suelo decir que menos mal que no tengo hijas, porque no sé si sería buena madre de mujeres. No sabría enseñarles a pintarse, no sabría recomendarles ropa, y definitivamente, trataría de secar de cualquier manera cualquier mínimo brote de histeria... En fin. No sé cómo les iría a unas hijas mías en este mundo. Estoy segura de que no les sería sencillo, por eso el destino o la vida o los cromosomas de mi ex quisieron que yo tuviera dos varones.

Unas niñas insolentes. Adaptación del excelente cuento de Margaret Atwood Érase una vez.

Tomó la batuta Ant, y lo seguimos Cris, Pueblerino Cool y una servidora.

Es de hace bastante, pero me encantó hacerlo, me gusta lo que dice y me gusta cómo quedó.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ciencia vs. Fe



A veces la ciencia me deforma las ideas. Porque yo quiero algo, y como no quiero muuuuchas muchísimas cosas, cuando quiero algo lo quiero con toda el alma, entonces hincho las pelotas hasta que la cosa sale. ¿Que de afuera se ve complicado? Saaaá, ¿que hay pocas probabilidades? Seguro. Yo no me embarco si hay muchas, porque seguro que ese barco está lleno y llegué tarde: no hay más lugar. Así que me embarco en mi propio velerito y allá voy. Total, para bajarme hay tiempo. Y sé nadar. 
Mierda si sé.

Me hubiera gustado que me dedicaran...

  • Cartas a Milena (obvio) - Franz Kafka

Algunos libros que me hubiera gustado escribir... Bueno, por lo menos los leí!

  • Rayuela - Julio Cortázar
  • El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
  • Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll