No te acerques tanto al borde, de Lucrecia Labarthe, Buenos Aires: Arde ediciones, 112 pp., 2025. Tapa: “Andy”, de Alejandra Fenochio (1998, acrílico sobre tela)
En No te
acerques tanto al borde, Lucrecia Labarthe propone un tránsito íntimo por
diversas situaciones, emociones, vínculos, miedos y fantasías. En cada narración,
la mutación de los protagonistas se vuelve palpable, a veces angustiante. Ya
sea por la espera constante y la necesidad de saber convertida casi en adicción
(“Saber”); por el dolor silente frente a la enfermedad y la vejez (precioso,
doliente “Los que se van”); por el encuentro con las propias contradicciones
(“La China”) o con el asombro que puede provocarnos poner en práctica –casi sin
querer– una nueva forma de erotismo (“Desconocidos”); o por la culpa que nos
provocan algunas fantasías (la de la madre muerta en “Herencia”), resulta
imposible permanecer indiferente. Leés y comprendés, te enojás, puteás con los
personajes, les avisás que no vayan, que no miren o que escuchen más o mejor
algunas señales (“Brote”). Nada está servido. La lectura requiere en cada caso
el compromiso de pronunciarse, de evitar a toda costa la neutralidad. La
identificación con uno u otro protagonista es inevitable: todos o casi todos
hemos pasado alguna vez por situaciones semejantes a muchas de las que propone
Lucrecia.
La amistad,
la pareja, el embarazo, el parto y las partidas, el camino a la locura, las
relaciones familiares y el autorreconocimiento son temas que aborda con una
prosa bonita, necesaria, intensa. Cada cuento permite asomarse a un
pequeño mundo, descripto con una adjetivación minuciosamente seleccionada, la
justa y necesaria para darnos mucho y a la vez dejar margen para completar cada
uno de ellos con nuestras propias vivencias.
En el texto
en general hay una apuesta por hallar nuevas formas de pensar la historia, los
conflictos sociales o laborales, la ruptura de los vínculos, la muerte, la
enfermedad, la espera o la impaciencia, las emociones y el propio yo.
En una época que nos obliga a “barajar imposibilidades”, como dice la protagonista de “Herencia”, aparecen algunas certezas: hay una nueva prosa para temas actuales, pero también para aquellos que, en algunos estratos, parecen haber quedado reducidos poco más que a cenizas.